Para Nakayashiki Kenta, ser peluquero implica una estrecha comunicación con todo tipo de personas. Este peluquero japonés lleva más de seis años trabajando en Corea, y espera poder quedarse y envejecer junto con sus amigos y clientes.
Nakayashiki Kenta tiene clientes de todas las edades, mayormente mujeres, pero solo acepta un pequeño número cada día, para dedicarles toda su atención.
En el salón de Nakayashiki Kenta, todo el mundo se siente especial porque solamente atiende a un cliente cada vez, o dos como máximo, a menos que acuda una familia junta. Mientras lava, corta, seca y peina, los clientes pueden disfrutar de las vistas del cambio de estación en un parque cercano. Es un pequeño lujo que ofrece esta tienda rodeada de edificios altos, y que crea el ambiente propicio para una charla relajada y sincera. Eso es exactamente lo que Kenta espera conseguir.
“Ser peluquero me permite encontrarme con personas y llegar a conocerlas mejor. Quiero mantener una buena relación con gente agradable, más que ganar mucho dinero dirigiendo mi peluquería”, afirma.
NECESIDAD DE CAMBIO
Antes de mudarse a Corea, Kenta trabajaba en una peluquería muy popular de Omotesandō, un frondoso y exclusivo barrio de Tokio que cuenta con tiendas de lujo y restaurantes populares. Estaba tan ocupado que a veces atendía a catorce clientes en una hora. En medio de ese flujo constante y abrumador, no podía recordar sus caras ni mucho menos sus nombres. Esto dejaba a Kenta descontento y frustrado, pues se hizo peluquero esperando conocer a gente diferente y ampliar horizontes.
“Trabajaba desde primera hora de la mañana hasta altas horas de la noche, sin apenas dormir. Al cabo de seis años sufrí un infarto y me llevaron a Urgencias. Tenía 27 años. Pensé que si seguía así podría morir pronto”, afirma.
A medida que el desbordante ritmo del salón alejaba a Kenta de su propósito inicial, el agotado peluquero comprendió que necesitaba un cambio. Entonces, el vicepresidente del salón sugirió a Kenta que abriera su propio negocio en Corea. La idea no era demasiado descabellada pues por aquel entonces el interés de Kenta por Corea iba en aumento.
AZAR Y ZAPATILLAS DEPORTIVAS
Cuando Kenta se detuvo en una zapatería de Tokio para comprar un par de zapatillas deportivas de edición limitada, se cruzó con un joven que había comprado el mismo par. No vestía del típico modo japonés y a Kenta le intrigó su inusual atuendo. Más tarde se enteró por la televisión de que el otro comprador era la estrella de K-pop G-Dragon, líder de la exitosa banda masculina Big Bang. Saber más sobre G-Dragon, que abría nuevos caminos en la moda y la música, despertó la curiosidad de Kenta por el país que había producido a semejante artista.
“Pensaba que Omotesandō marcaba tendencia, pero empecé a preguntarme si Corea iba realmente por delante”, recuerda Kenta. “A partir de ese día empecé a observar más de cerca a nuestros clientes coreanos. Incluidos los alumnos que estudiaban en Japón y los viajeros de negocios, parecían estar forjándose unas vidas atractivas. Pensé que un país que albergaba a gente así podría liderar las tendencias mundiales en unos años, y quería estar allí cuando ocurriera”.
Cuando Kenta llegó a Corea en 2018, no sabía ni una palabra de coreano, ni siquiera un ‘annyeonghaseyo’ de saludo. Sus mejores maestros fueron sus clientes. En vez de tomar clases de idioma, compró algunos libros y decidió aprender por su cuenta. Su coreano mejoró rápidamente gracias a las conversaciones con la gente que se sentaba a cortarse el pelo en el asiento de su peluquería.
Después de trabajar en distintos lugares de Seúl, Kenta se instaló en Dogok-dong, en el elegante distrito de Gangnam, comparable a su anterior base en Omotesandō, pero al abrir su tienda hace tres años no realizó una promoción activa. Afortunadamente, sus primeros clientes corrieron la voz, ayudando a que su negocio prosperara. Gracias a sus antiguos y nuevos clientes, que van desde alumnos preadolescentes a personas de setenta años que trabajan en diversos ámbitos, su tienda es una ventana a un mundo más amplio.
Nakayashiki pide a los nuevos clientes que visiten su salón al menos tres veces, para darle una mayor oportunidad de lograr el estilo y la forma que mejor se adapten a sus preferencias y al estado de su cabello. El proceso le permite formar vínculos que, con suerte, perdurarán muchos años.
ENAMORADO DE JEONG
En su afán por entablar amistad con sus clientes, Kenta ha llegado a apreciar una característica que diferencia a los coreanos de la mayoría de los japoneses.
“Los japoneses no expresan mucho sus emociones. Es muy difícil comprender lo que piensan. Pero la mayoría de los coreanos que conozco son muy francos con sus sentimientos. A veces puede ser difícil de manejar, pero la mayoría de las veces es mejor, pues me ayuda a saber claramente cómo mejorar”, comenta.
Kenta considera que los coreanos son entusiastas, cariñosos y fogosos. De estos rasgos, su favorito es la calidez o jeong. Valora la disposición de los coreanos a intervenir en los asuntos de los demás, sabiendo que proviene de las buenas intenciones y la compasión. Durante sus primeras semanas en Corea, le sorprendió cómo los coreanos ofrecían ayuda a los extraños. En Japón, la mayoría de la gente espera a que le pidan ayuda en vez de ofrecerla sin solicitarla.
Sin embargo, un hábito japonés que a Kenta le gustaría importar es la fidelidad del cliente. “En Japón, la gente suele seguir con el mismo peluquero toda la vida, pero en Corea no parece ser así. Me gustaría introducir aquí ese aspecto de la cultura japonesa. Les digo a los nuevos clientes que no podré satisfacerlos en la primera visita y les pido que me prueben al menos tres veces. ¿Qué pueden perder? Les prometo trabajar con ellos para crear el estilo perfecto. La mayoría acepta y les estoy muy agradecido por ello”, asegura
Kenta cree que escuchar atentamente las historias de los clientes es una virtud clave para un peluquero. Tiene el don de empatizar en el momento justo. Para él, hacer que los clientes se sientan a gusto es tan gratificante como embellecer su cabello.
El salón de peluquería de Nakayashiki es una extensión de su personalidad serena y de su metódica forma de vida.
Aunque atiende a muchos menos clientes que en Japón, sigue durmiendo poco. Se acuesta a las cuatro o las cinco de la madrugada y se levanta sobre las ocho y media. Primero, consulta el correo electrónico o mira vídeos de YouTube sobre moda o peluquería para estar al día de las tendencias del sector. Después, comienza a trabajar hacia las diez de la mañana y abre su tienda a las once. No hay una hora fija de cierre porque las citas varían, y él no tiene días libres fijos. Prefiere tener la oportunidad de conocer a gente nueva.
ENVEJECER JUNTOS
El hogar de Kenta en Japón es Iwate, una gran prefectura de la región de Tōhoku, en Honshu. Como muchos habitantes de zonas rurales, desde muy joven soñó con vivir en la ciudad. Quería una vida con estilo y empezó a perseguir su sueño a los dieciocho años, cuando se matriculó en una escuela de cosmetología en Harajuku, en Tokio. Durante sus dos años de estudios, hizo malabarismos con una docena de trabajos a tiempo parcial, como camarero en un Izakaya, agente de un centro de llamadas o vendedor en una tienda de ropa. Conocer a gente distinta a través de esos trabajos resultó ser una valiosa experiencia.
Nakayashiki todavía usa un par de tijeras que un colega mayor le regaló hace 17 años.
“Sigo teniendo trabajo en Japón. Soy el peluquero de tres artistas famosos y un grupo de ídolos, así que sigo teniendo que ir allí, pero paso mucho más tiempo en Corea. Mi sueño es envejecer con mis clientes, por eso creo que probablemente seguiré aquí”, comenta.
Kenta aún utiliza las tijeras que le regaló un colega hace diecisiete años. En un mundo tan cambiante como el actual, sueña con relaciones duraderas con esas viejas tijeras en la mano.